Del Tahuantinsuyo al Virreinato
Colonialidad, despojo y dependencia en la formación del Perú moderno
"El Virreinato no nació del orden, sino del despojo; no fundó una patria, sino una dependencia."
La conquista del Tahuantinsuyo no fue una mera sustitución de elites ni una simple derrota militar. Fue, en su sentido más profundo, el inicio de una transformación estructural del espacio andino bajo los moldes de la modernidad occidental-colonial. La caída del Inca, formalizada en la ejecución de Atahualpa en 1533, marcó no solo el fin de una civilización, sino la imposición de un nuevo régimen de sentido y de valor: aquel que subordinó la vida a la lógica de la acumulación mercantil y a la razón instrumental del dominio.
Desde esta perspectiva, la creación del Virreinato del Perú en 1542 no puede leerse únicamente como un proceso administrativo, sino como la instauración de una forma de poder que reorganizó las estructuras sociales, económicas y simbólicas sobre la base de la raza, el tributo, el trabajo forzado y la evangelización. La economía de mercado, la aparición del dinero como signo abstracto de valor, y el concepto de riqueza ya no ligada a la reciprocidad sino a la explotación, reconfiguraron la existencia colectiva andina (Quijano, 2000; Escalante Muñoz, 2023).
La virreinalización del territorio fue también una forma de epistemicidio. La racionalidad cristiana-europea desplazó los saberes ancestrales al campo de lo demoníaco o lo supersticioso, imponiendo una narrativa de salvación que justificaba el sometimiento. La figura del Inca, como principio de articulación cósmica y política, fue sustituida por la del Virrey, representante del Rey ausente y garante del orden colonial. El centro sagrado del mundo andino, el Cuzco, fue resignificado como periferia de una metrópolis transatlántica.
La política de las “reducciones” impulsada por el virrey Toledo no solo fracturó la unidad espacial del ayllu, sino que desarticuló su economía comunal y espiritual, desplazando a los habitantes de sus pacarinas y de sus vínculos con los diversos pisos ecológicos. Este acto de desarraigo implicó una mutilación ontológica: el sujeto andino fue convertido en tributario, mitayo, casta inferior o mercancía esclavizada. Como lo advertía Mariátegui (1928), la conquista del Perú fue esencialmente económica, pero sus efectos fueron antropológicos.
En este escenario, la resistencia no fue nula. La rebelión de Túpac Amaru II en el siglo XVIII, aunque finalmente sofocada, debe leerse como la expresión radical de una subjetividad que no fue totalmente colonizada. El retorno del Inca como esperanza mesiánica reveló una memoria subterránea que persistía pese a los siglos de opresión (Flores Galindo, 1986).
Nuestra contemporaneidad se encuentra preñada de los signos coloniales que estructuraron el Perú virreinal. No se trata simplemente de una herencia simbólica o cultural, sino de un sistema de relaciones de poder que ha mutado sin desaparecer. El racismo estructural, la centralización del poder, la economía extractivista subordinada al capital transnacional y la exclusión sistemática del saber andino, son síntomas de una enfermedad histórica no resuelta. La república no ha hecho, sino, reproducir la matriz colonial bajo nuevas máscaras. Comprender esta continuidad exige una crítica radical a nuestra condición dependiente, una que no tema denunciar que el presente está colonizado y que la emancipación real exige descolonizar el pensamiento, la economía y la política. Solo así la filosofía peruana podrá ser, no, una repetición de categorías extranjeras, sino una praxis transformadora desde nuestra propia historicidad (Escalante Muñoz, 2024).
Referencias (APA 7)
Escalante Muñoz, J. D. (2023). Dialéctica del filosofar. Lima: Ediciones Andinas.
Flores Galindo, A. (1986). Buscando un Inca: Identidad y utopía en los Andes. Lima: Instituto de Apoyo Agrario.
Mariátegui, J. C. (1928). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta.
Quijano, A. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 49(153), 93–107.